Nuevos paradigmas sobre la gestión de empresas
¿Qué otros caminos y modelos de gestión de empresas que tengan como valores máximos de referencia la persona humana y el bien común existen hoy? ¿Cuál es el criterio de éxito de los mismos? ¿Qué ejemplos concretos hay?
Estas preguntas estuvieron subyacentes en la conferencia organizada por las universidades CLAEH, Católica y la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa realiza esta mañana.
Participaron un economista argentino que brindó el marco conceptual y cuatro dirigentes de empresa, dos argentinos, un chileno y un uruguayo.
La conferencia fue abierta por el Presidente de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa, Dr. Fernando RachettiOlaso, quien realizó un breve saludo en calidad de coorganizadora y anfitrión. Seguidamente dio la palabra al rector de la Universidad CLAEH, Ing. Andrés Lalanne quien en su calidad de moderador, explicitó el propósito de la conferencia: poner en diálogo distintas visiones como inicio para otras actividades y pensar nuevas alternativas a la economía mundial.
Según Lalanne, la búsqueda de estas alternativas antes era un imperativo ético y social, y ahora se suman el ambiental y de sostenibilidad.
Las exposiciones la abrió el Ec. Octavio Groppa, especializado en estadística económica, quien además tiene estudios en teología y publicó un libro sobre economía de la comunión.
Grappa comenzó por el concepto de contrato como institución fundamental del mercado que, a partir de las organizaciones de los estados, fue dando seguridad a las relaciones económicas y proveyendo de inmunidad a las relaciones.
La lógica contractual jurídica fue permeando toda la organización social y por tanto promoviendo la mercantilización de las relaciones, haciendo que la dinámica del contrato empobreciera la relación.
Según el economista, la ética procedimental del paradigma de Kant, una ética de mínimos, se contrapone a la ética de la virtud de Aristóteles, advirtiendo que una vida basada en mínimos y contratos es imposible. El mercado queda como mediador, y desde la teología, como el único mediador es Jesucristo, el mercado termina siendo endiosado.
Entonces Graoppa explicó que siendo el contrato un mínimo, el don es un exceso y da paso a la comunidad.
Para explicar las consecuencias sociales del contrato citó a Bruni:
¨La sociedad civil, la escuela, la política la sanidad, en muchos casos no ven la hora de hacerse contagiar por la cultura de la economía del business, porque lo ven como la única verdaderamente eficaz y seria. Y así las palabras de la economía y de la empresa (eficiencia, mérito, innovación, éxito) llegan a ser, poco a poco, las únicas palabras buenas de lo humano. Esta ocupación silenciosa está alcanzando también el llamado mundo non profit, que se arriesga a convencerse de de que las soluciones de toda crisis se encuentra en la individualización de los instrumentos de gestión adecuados” (Bruni, L., La destrucción creadora, Ciudad Nueva).
Por todo lo antedicho, según Groppa, las teorías del management reducen la gestión a problemas de incentivos. Sin embargo, la confianza, la lealtad, la iniciativa, la creatividad no se consiguen por incentivos, y al instrumentalizarse las relaciones, reconstruir la vida virtuosa es difícil. Como ejemplo citó que misión , visión y valores son tomados del vocabulario religioso para el management para la motivación afectiva.
Retomando la idea de contrato, el economista señaló que si se elimina la vulnerabilidad, se elimina también la confianza, la pasión, el afecto y se cae en una apatía colectiva. El contrato, por tanto no puede ser el horizonte de máximos. Requiere un paso más de superación.
Tras esto, Groppa se introdujo en la economía del don y de la comunión a partir de Antonio Genovesi, contemporáneo a Adam Smith, quien sistematizó experiencias donde el objetivo de la economía era la “felicidad pública”.
Seguidamente, citó a Chiara Lubich, fundadora del movimiento Focolar, quien inicia la economía de comunión al ver el contraste social en Río de Janeiro en 1991 y llama a crear empresas que favorezcan la creación desempleos y la fraternidad, proponiendo dividir las utilidades en tres propósitos: inversión, promoción social y la cultura del dar. Es un planteo contra cultural de crear fraternidad mediante el trabajo con los grupos de interés. Esta dinámica del don se hace contagiosa en el entorno, siendo la cultura del dar distinta a la del tener o parecer.
Tras esta presentación conceptual se sucedieron las siguientes exposiciones con ejemplos concretos y de carácter testimonial de cómo la dinámica de la economía de la comunión cambia la perspectiva del empresario, su gestión y la cultura de la empresa.
Primero fue Germán Jorge, argentino, fundador de una distribuidora de productos de construcción hace 14 años y que tiene hoy 35 empleados y vende 8 mil toneladas de cemento mensuales. Para él, el éxito de la empresa está en que puso su atención en el otro, cuestión que la otra persona es capaz de percibir y vivir y se vuelve un círculo virtuoso de crecimiento exponencial.
Uno de los ejemplos que dio fue cuando estaba firmando cheques a proveedores. Uno de ellos siempre retrasaba sus entregas por lo que sugirió a su gerente que le iba a retrasar el pago. El gerente le recordó entonces que ello no estaba de acuerdo con el propósito de la empresa. Fue entonces que no solo reconoció su error sino que se dio cuenta además de la cultura que se estaba generando en su entorno. Afirmó también que nunca invirtió en publicidad, sino que los clientes y proveedores llegan por recomendación.
Aldo Calliera es un productor agropecuario argentino quien contó el proceso de cambio de paradigma en la relación con sus empleados. Al principio, sus empleados le decían a todo que si. “Si señor” era la respuesta frecuente, tradicional de la cultura del peón rural en relación con su patrón.
Un día se encontraba tomando mate y sentía las risas de la peonada en su lugar de reunión y mateada antes del trabajo.
Fue hasta allí y cuando abrió la puerta se hizo un silencio absoluto que solo se rompió al rato cuando uno dijo “hay que ir a trabajar”. Fue entonces que tomó conciencia de que allí había una herida, en esa relación. Según Calliera, el lugar del empresario es donde hay heridas, no con los contadores o gerentes.
Y comenzó entonces a frecuentar las reuniones. Cuando llegaba se imponía el silencio, un silencio molesto que intentaba romper pidiendo un mate o con alguna conversación.
Sucesivamente fue rompiendo ese silencio. Se dio cuenta que se había roto el paradigma de relación tradicional cuando un peón, ante una orden de distribución del ganado en el campo de acuerdo a un técnico, le dijo “no señor”. Se sorprendió y le preguntó por qué no, a lo que el capataz respondió “porque no hay agua en ese lugar”. Todo había cambiado y el capataz se había animado a decir lo que pensaba y sabía, contribuyendo a que todo saliera bien.
Según Calliera, hoy en la hacienda son una familia con los empleados.
Seguidamente, Gonzalo Sobral, de la directiva de la asociación de Empresas B de Uruguay, expuso sobre el movimiento que comenzó en Canadá y Estados Unidos en 2006 y que está en nuestro país hace unos 4 años.
Se trata de un movimiento de empresas que tienen un propósito por encima del económico, basado en la responsabilidad social empresaria y que intenta construir una nueva economía y una redefinición del sentido del éxito, buscando ser mejores para el mundo, como “otro camino”, una alternativa, sin pretender sustituir otros modelos.
El movimiento brinda a las empresas la posibilidad de certificar como empresa b, lo que protege la misión y supone la mejora continua. (Cf. www.sistemab.org)
Finalmente, Tomás Lambertini de Chile, presentó la ONG Cultiva, que comenzó en 1999 como un emprendimiento para generar conciencia ecológica entre los estudiantes mediante el voluntariado para el cultivo de árboles en las montañas que rodena la ciudad de Santiago de Chile. De esta manera, en forma pedagógica también se intentaba contrarrestar la contaminación atmosférica de la ciudad.
En 2010, a raíz de surgir una ley de protección del bosque nativo que obligaba a las empresas a plantar para compensar la depredación de bosque nativo que hicieren, la ongse convierte en una empresa de servicios a aquellas que deben cumplir con la ley.
En 2015 esta empresa obtuvo la certificación de empresa b y se integró al movimiento de Economía del Bien Común.
Este año 2017 crearon además un vivero.
En la organización trabajan 85 personas, llevan reforestadas 330 hectáreas con unos 280 mil árboles nativos.
Al cierre de su exposición, Lambertini presentó la matriz de gestión que propone la Economía del Bien común donde en las filas se ordenan valores como la dignidad de la persona, la solidaridad, la sustentabilidad económica, la justicia social y la participación y la transparencia, y en las filas se ordenan los grupos de interés (stakeholders) permitiendo un exhaustivo análisis de la gestión en vistas al bien común.
En la fila inferior se incluyen aspectos negativos. Todo ello se cuantifica en un puntaje que permite establecer un ranking con estándares muy alto hasta donde ni siquiera llegan hoy las empresas europeas.
Tras las exposiciones se abrió el espacio de preguntas y reflexión que permitió palpar lo novedoso del encuentro y un alto interés en continuar con otras instancias de trabajo similares.